Con una frecuencia tal que ya se va volviendo costumbre, confundimos la diferencia que hay entre los “ por ques” y los “comos”. Es decir, la mayoría de las veces nos quedamos en las formas y en las maneras y no indagamos nada sobre las verdaderas razones de los hechos o de los acontecimientos. Ya sabemos claramente sobre la complejidad del hombre tanto como ser biológico y nos sorprendemos mas y mas cuando reflexionamos sobre el como ser psíquico y todo aumenta la complejidad cuando lo miramos en el contexto social. Tal vez por esta gran complejidad no nos atrevemos a internarnos en los íntimos “por ques” de las acciones del hombre y proponemos entonces solo cambios de conducta, o solo cambios en hábitos o en relaciones sociales. Pero el hombre es mas, mucho mas que cada una de sus partes. He ahí su gracia y algo de su misterio.
De manera que si queremos mirar al hombre es indispensable mirar al ser humano, al ser social y al ser psíquico (o espiritual, si se permite este sustantivo).
Igual o quizás mas complejo – por aquello de que el hombre es mas que la suma de sus partes- es el estatus del hombre enfermo. Este ve intensamente lastimada su auto imagen, su intimidad y su ser físico. Radica aquí sin duda el alto componente afectivo que tiene el dolor, tema aun no bien dilucidado, pero en realidad vivido por todos en algún momento. El dolor es una de aquellas cosas que no se pueden demostrar, pero que no se pueden negar.
Y por esa “complejidad del ser" nos pasmamos cada vez que en su conocimiento damos un paso adelante y en realidad lo que descubrimos es lo infinito de nuestra ignorancia. El medico juicioso se debe sorprender y maravillar, y aquietar su alma y buscar la humildad, se ve dulcemente obligado a dejar de lado la vanidad y a decirse que en realidad solo es capaz de “curar a veces, aliviar a menudo y consolar siempre.”
Julio E Toro Restrepo